A MIS LIBRAS
No recuerdo a Ciencia Cierta cuándo fue la última vez que estuve enamorado.
He perdido toda emoción, algunas miradas he olvidado; otras las recuerdo vagamente y corro hacia a ellas para no olvidarlas. Son mis amantes de ocasión, de estiaje. Cuando quiero sentir que aun siento, ahí están. Me hablan con la misma emoción que la primera vez, empero, notan mi ausencia, mi cansancio; saben que corro a ellas sólo por despecho.
Ahí están, empolvadas. Los años les han quitado el color de la piel, aún así no necesitan de maquillaje para ser atractivas y reviento de celos cuando alguien las mira porque sé que puede que vayan con quien las mira.
Hace mucho que no me enamoro como me enamoré de cada una de ellas. He tocado y olido la piel de otras, pero me siento incapaz de sentir algo. Me he esforzado por lograrlo, he fingido interés. Lo cierto es que ahora soy incapaz de sentir.
Mis primeros amores ahí siguen, empolvándose y, aunque cada vez que paso frente a ellas me mandan suspiros, hago caso omiso y me retiro; a veces me quedo sentado frente a ellas como jugando con sus ansias de ser abiertas, jugando con sus deseos de ser tocadas.
Más de una ya habrá dicho: mejor en el último pasillo de una biblioteca que acá.
Ellas me enseñaron la libertad y yo las tengo ahora aprisionadas, es tan sencillo lo que piden: SER LEIDAS, SER ESCUCHADAS, SER VISTAS (en sus dos sentidos).
¿Cuándo podré volver a ustedes, bellas dueñas de mis palabras?
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