Hermann Bellinghausen / La Jornada 18/01/2012
Ejido Honduras, Chis. 17 de enero. La comunidad Campo Aéreo, enclavada entre cañadas y montaña adentro en la sierra de Chiapas, ya siente los pasos, hasta ahora furtivos, de la explotación minera a cielo abierto. Sin autorización alguna «han salido camionadas de material escondido, pero ya no vamos a permitirlo», describe un ejidatario en su casa en una planada arriba del río Vega de Guerrero.
Cuenta que disfruta mucho la crianza de caballos para correr en la «parejeras», mientras conduce a los periodistas entre la vegetación, a un par de kilómetros del poblado, por una brecha reciente hecha con maquinaria pesada, hasta un paraje excavado, con rocas regadas todo alrededor. «De dos a tres de la mañana salen los camiones cargados de rocas, que en Siltepec cargan en un tráiler y se las llevan». Las piedras destrozadas son duras pero granulosas, verde esmeralda. «Parece un metal», comenta el ejidatario, miembro de la resistencia de la otra campaña, como muchos campesinos en el extenso municipio de Siltepec.
Los ejidatarios han identificado que la maquinaria y los cargueros pertenecen a la constructora de un ingeniero Silva, pero están convencidos de que se trata de la empresa canadiense Black Fire. «Pensamos que en toda esta región existen concesiones para las mineras, pero no hay acuerdo con la población». Y enumera: Toquián, Las Nubes, Cruz de Piedra, Las Moras, Cumbre Ventana, Delicias, Campo Aéreo. Y en dichas comunidades hay resistencia. Al menos en Campo Aéreo es mayoritaria.
De manera conflictiva, en el vecino Chicomuselo ya hizo su aparición Black Fire. Además, Siltepec es frontera con Guatemala, donde a pocos kilómetros ya operan grandes proyectos mineros, en Tacaná y Zacapa.
«Convencieron de vender a una propietaria del ejido Honduras, pero no tiene nuestro acuerdo». El ejidatario describe: «Nos ofrecen proyectos de infraestructura, que hacen falta, claro. Pero sabemos que es para meterse. Se firman concesiones por 50 años». Relata que hace poco conversó con el obispo guatemalteco Álvaro Leonel Ramazzini, de San Marcos, un activo opositor a las minas, y éste le confió: «Una vez que la gente firma, se acabó todo. No firmen. Ese será el futuro que dejen a sus hijos».
Muestra el trayecto de lo que es una quebrada entre las montañas, y presumiblemente la veta mineral a través del bosque. Posteriormente exhibe otro paraje, kilómetros arriba, con otro agujero de rocas verdes. Ya hubo respuestas. En Las Nubes echaron a la maquinaria de la empresa, le poncharon las llantas.
«Hay que imaginar lo que sería en Siltepec la minería a cielo abierto», expone el ejidatario con claridad. “Después del huracán Stan vimos que aquí podemos tener graves deslaves de la montaña. Con explosiones y excavaciones sería mucho peor, pondrían en peligro la vida de mucha gente. Y el cianuro que usan para limpiar nos va a envenenar los ríos”.
Uno de los miembros de la organización Luz y Fuerza del Pueblo que acompañan el recorrido señala que saben amenazada la riqueza del agua y los bosques, aunque las autoridades hagan como que protegen el medio ambiente. «Si un ejidatario tumba un árbol, hasta lo meten preso. Pero los madereros sacan ilegalmente camionadas y ni quien diga nada. En el ejido Cruz de Piedra ya se vendió un bosque, aunque lo han negado Semarnat y Conafor». El diputado priísta Roberto Albores Gleason declaró, por su parte, que no existen tales concesiones.
Es mucho lo que estos agricultores tienen que perder, aunque les ofrezcan hasta 5 millones de pesos por sus tierras. En Cruz de Piedra, por apenas 100 mil pesos un comisariado ejidal autorizó la venta de un bosque virgen. «Ni siquiera le crecen pinos, puro árbol originario», dice nuestro guía. «Prometieron proyectos federales, que resultaron ser falsos». Aún, el aserradero programado está detenido por rechazo de los pobladores.
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