Reconozco mi desconocimiento. Por aquél entonces no sabía nada; ni tan siquiera había odio hablar de Huixtán, y mucho menos podía ubicarlo en el mapa o contexto geopolítico alguno. Pero puedo decirles que era lunes; dieciocho de enero de este dos mil diez; que cruzaba el andador del Carmen, prácticamente a nado, entre la marea de gente; y que me encontré, derepente, con una manifestación que cortaba la calle.
A uno se le viene a la cabeza la pregunta ¿Buenos, o Malos?
Se trata de una predecible visión simplista del mundo. A la larga es una forma pobre de ver la realidad, pero a simple vista, en un primer encuentro, sirve para situarte. ¿Buenos, o Malos? A saber, si no sabía nada.
El caso es, que les seguí en todo su recorrido alrededor del parque.
Justicia y Paz son proclamas admirables que desgraciadamente, pueden estar en cualquier boca. Yo sentía de verdad, que aquello salía del corazón, y a pesar de ello, seguía sin entender lo de Ejército de Dios. No son conceptos cercanos, no son conceptos que puedan unirse de forma real; no, no son compatibles.
No entendía nada.
Les seguí en todo su recorrido alrededor del parque preguntándome si aquello era una paradoja, una broma, o una manipulación. Ejército de Dios…
La manifestación se congregó en la plaza de los arcos, detrás del palacio municipal, entorno a un escenario y un equipo estéreo, donde tuvo lugar un acto de treinta y cinco minutos.
El acto fue, sin ninguna duda, un espectáculo. Un escuadrón de Alas de Águila en mitad de la plaza, que portaba la bandera mexicana; el himno de Chiapas; una actuación de baile tapatío, una actuación de baile fusión jazz-latino; las cornetas del ejército… se mezclaron con las proclamas de Justicia, de Paz; con los cartelones que decían: Frayba atrás de la destrucción de casas en los Llanos, Huixtán presente, castigo a los culpables, obispo Samuel Ruiz (nos vale madre que sea tu aniversario) tu gente nos está golpeando… De todo aquello, si tuviese que destacar algo, por supuesto, por extraño o representativo (quizás), hablaría de cuando el escuadrón de Alas, que formaba en mitad de la plaza, desfiló alrededor de la misma. Paso militar. Bandera mexicana ondeante. Playeras rojas. En el estéreo, la canción de La Marcha Imperial de la Guerra de las Galaxias. La de cuando aparecía Darth Vader.
Ahora sé un poco más. Sobre Huixtán, sobre las alas de las águilas, sobre lo que pasa, sobre lo que está pasando en Mitzitón. No lo suficiente para decir que ya lo sé, y que lo entiendo todo. Pero sí, un poco más.
Tampoco me hago ya la pregunta: Buenos o Malos. No porque sepa la respuesta, que no la sé, más bien por no polarizar; por no cerrar los bandos, para que siga habiendo lugar para el entendimiento. Para que a nadie le toque ser malo, y ya sea malo siempre. Pero sigo recordando, con cierta inquietud, aquél desfile. Aquella marcha militar con Darth Vader de fondo, y preguntándome: Si se trata de una cosa bien sonsita, una ironía descuidada, o una alegoría espontáneamente premeditada, de que hay cierta obscuridad en los corazones, del Ejército de Dios.
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