Una nueva ofensiva contra los pueblos se abalanza. Aunque ni tan nueva, porque quienes buscan enarbolar esta supuesta transformación del sistema político del país, simplemente desempolvan proyectos viejos, con ese tan característico afán de continuidad maquillada de cambio.
La relación es la misma, la continuidad histórica también. Desde arriba es imposible comprender lo que implica el Estado mexicano para los pueblos originarios; la continuidad de la colonialidad impuesta en sus territorios, en sus cuerpos.
Por eso también, la persistente, continua resistencia de los pueblos, por más de 500 años.
Como antes también, la palabra es desarrollo, progreso, civilización. Pero los pueblos preguntan desarrollo para quién y a costa de qué. Se cuestionan el significado mismo de esa concepción de desarrollo y lo hacen desde su más profundo sentido de civilización, cultura y territorio.
Como en otros tiempos la lucha es por la Tierra, por la vida propia como pueblos. Por la supervivencia. Si los pueblos existen es porque han resistido esa continuidad de muerte que se ha buscado imponer sobre ellos.
Durante muchos años, los pueblos indígenas han sido despojados de sus tierras y de su historia. Pero la aguja y el hilo que tejen la historia de estos pueblos, trascendieron tiempos y programas.
Como antes también se alzaron para reclamar su lugar en la historia, su memoria les recordó que son personas con una milenaria vida y cultura propia. Se organizaron y empezaron a reclamar lo que les pertenece: sus tierras, el control sobre sus vidas, el control sobre su futuro.
En tsotsil, se usa la palabra kuxlejal para hacer referencia a esos tres aspectos (historia, territorio, control sobre nuestras vidas).
No se puede entender el kuxlejal sólo como una situación de estar o no con vida, sino de vivir. Vivir con dignidad, sin pedir nada a nadie, sin esperar nada de nadie. Producir nosotros y nosotras mismas lo que necesitamos para vivir. Tener nuestra libertad y autonomía.
No queremos que nos vengan a decir qué se hace sobre nuestro territorio. Sino que se respete el modo en que queremos vivir y habitar nuestro espacio. Sin intrusos que una vez más quieren aprovecharse y enriquecerse sobre nuestras espaldas, a costa de nuestra vida y dignidad. Se está queriendo imponer una idea de desarrollo ajena a lo que realmente los pueblos desean para sus vidas y desde su cultura. Una idea pensado sólo desde la intención de hacer negocio en esos territorios.
Por eso es que son proyectos de muerte que atentan contra el kuxlejal, la vida del pueblo y su territorio. Estamos hablando de concepciones contrapuestas de vida y de desarrollo. Es una guerra por la supervivencia.
Muchas personas piensan que estos proyectos son necesarios para atacar la pobreza y marginación que sufren los pueblos. Pero se les olvida pensar cómo es que existe tanta pobreza en un territorio tan rico. Y eso es debido a la explotación. Los pueblos no son pobres en sí, sino que han sido empobrecidos por el despojo que han sufrido. Lo que debe transformarse es esta relación de despojo, explotación, represión y desprecio que sufren.
Los pueblos organizados en el Congreso Nacional Indígena denuncian tres grandes frentes de despojo que se han recrudecido en los últimos años. Los denuncian como proyectos de muerte que son impuestos en los territorios de los pueblos, para incorporarlos a un esquema de explotación capitalista trasnacional.
- Megaproyecto «Tren maya», en la península de Yucatán
- Corredor transístmico, en el Istmo de Tehuantepec
- El Proyecto Integral Morelos, en el altiplano de Morelos, Puebla y Tlaxcala
- Centro Integralmente Planeado Palenque, en Chiapas
Por eso el CNI se ha aferrado en declarar la continuidad política que implica la 4T. También porque la represión ha continuado. Desde la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, 10 miembros con responsabilidad directa del Congreso Nacional Indígena han sido asesinados, un nahua de Colima, cuatro nahuas de Guerrero, un tsotsil de Chiapas, un me’phaa de Guerrero, un nahua de Morelos y dos choles de Chiapas; significando esto el peor inicio de sexenio para la organización indígena. Todos ellos luchaban y oponían resistencia a megaproyectos que atentan contra sus comunidades y sus tierras ancestrales.
Es incontable el número de personas que, durante este tiempo, han muerto en México bajo el modelo económico vigente; un capitalismo basado en el despojo, la destrucción, la muerte. Al menos 117 integrantes del Congreso Nacional Indígena han sido asesinados desde su fundación, y 11 más se encuentran desaparecidos.
Los pueblos impulsan una vez más una lucha por la vida y en contra de los proyectos de muerte, en defensa del territorio y la Madre Tierra.
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