Hoy 26 de septiembre de 2016, fueron dejadas en las afueras de la embajada del gobierno mexicano en Francia varias siluetas como recordatorio de que nos siguen faltando 43.
Hace un año dichas siluetas recorrieron las calles de París, sostenidas por varios centenares de personas en una manifestación en apoyo a los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa. Han pasado otros doce meses y el gobierno mexicano sigue siendo incapaz de ofrecer una explicación veraz sobre lo ocurrido entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014 en la ciudad de Iguala. Doce meses en los que, por el contrario, ha tomado una serie de medidas que muestran hasta qué punto el esclarecimiento de lo sucedido es, justamente, lo que menos le interesa y que reflejan, además, el desprecio que se tiene por los familiares de los desaparecidos.
En abril de este año, pese a la solicitud hecha por los padres y madres de los estudiantes de Ayotzinapa, las autoridades mexicanas se negaron a prorrogar el mandato del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), nombrado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y con cuya labor quedó demostrado que la versión gubernamental de los hechos es sencillamente insostenible. A ello se sumaron los intentos del gobierno mexicano para torpedear las negociaciones que buscaban poner en marcha el mecanismo de seguimiento a las recomendaciones formuladas por el GIEI en sus dos informes sobre el caso, así como el descarado nombramiento que apenas hace unos días se hizo de Tomás Zerón como secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional. Ascender a este cargo al antes director de la Agencia Criminal de Investigación de la Procuraduría General de la República, a pesar de las pruebas sobre su negligencia y manipulación de evidencias en la investigación sobre la desaparición de los 43 estudiantes, no es sino una muestra de la podredumbre reinante de la presidencia de Enrique Peña Nieto.
Nunca antes el gobierno mexicano se había enfrentado a tantas y tan numerosas muestras de repudio dentro y fuera del país. Nunca antes las críticas de los organismos internacionales hacia la actuación de las autoridades mexicanas en materia de derechos humanos habían sido tan tenaces y, sin embargo, la injusticia, la corrupción y la impunidad siguen siendo moneda corriente en el país.
El gobierno mexicano le apuesta al olvido. Estas siluetas le apuestan a la memoria. No olvidamos, tampoco perdonamos.
A los padres y madres de Ayotzinapa les enviamos todo nuestro reconocimiento por la digna lucha que han tenido estos dos años y les expresamos de nuevo toda nuestra solidaridad. Ni ustedes, ni las miles de familias mexicanas que buscan a un ser querido desaparecido están solos. Su lucha también es nuestra, es de todos.
Desde París, ¡Ayotzinapa vive, la lucha sigue!
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