– Posted on 27 junio, 2011Posted in: poesía
I.
Vivo bajo el claustro de notas pasajeras que se hacen pasar por poesía: pero en el fondo esconden el escombro de cuatro paredes en ruinas; bajo el precipicio de un alcohólico: escribo a puño sangrante la muerte y el suicidio.
El latente deseo de oler a muerte, a difunto, a nuevo occiso; me galantean por la mente una serie de ahogos y premuras nacidas desde el fondo del vaso de mi vino: y mi muerte pensando en muerte.
Letras nacidas en la muerte sin presura, éxodo de flores marchitas desfilando en el abismo de mi claustro y sus cuatro olores: a muerte, a difunto, a occiso, a suicidio.
II.
He hecho del amor un hallazgo perdido, en los pasos de gente deambulo en los instantes que respiro, saco el papelillo, me preparo un cigarrillo, me busco una buena esquina y me corto de las venas un estribillo gris, esperando azul que me cueste alcanzarlo a luz del día, es gris al fin y al cabo, monótono pozo del cual pende del brazo corto mi alma.
Escurre tinta por mis ojos y no es azul lo que lloro, aunque ya lo respiro; es gris con su olor a gris con tono gris. Triste deambula mi pedazo de ser llamado alma, por las esquinas del callejón del barrio oliendo a música grisácea: gris a gris, gris de gris a rasguño, a tinta gris escribiendo grises.
He hecho del amor como al viento de mis ríos, basurilla que circunda el oeste de mi estero, con un puñal me escupo un poema de repetitiva voz, paso de aullido callejero; alguien muere en una esquina bebiendo ron y gris del odio a tantos días añorando azul del día, azul de noche, azul de día escupiendo grises y mas grises, pariendo dolor de grises.
Riscko; en el basurero de la vida desde cualquier día, en cualquier mes, de este puto año 2011.
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