Agrocombustibles: ¿con qué se comen?
Con el inicio de este mes de abril llegaron más buenas nuevas: la empresa Interjet realizó el primer vuelo con biocombustible de jatropha y con ello se “cambia la historia de la aviación mexicana”.
Pese a las nefastas experiencias que las plantaciones de monocultivos han demostrado en los distintos lugares donde se han impuesto: deforestación de bosques y desertificación de sus suelos, violaciones a derechos humanos básicos como acceso a la (propia) vivienda, agua, alimentación, salud y territorio, uso de agrotóxicos altamente contaminantes y pérdida de soberanía alimentaria (donde se siembran monocultivos no es posible sembrar otro tipo de cultivos para alimentación humana), en México se vio de buena gana la introducción de una más de ellas.
Diversos medios nacionales y estatales (El Universal, Diario de Chiapas, Contacto Digital) cubrieron la feliz llegada del ecojet, primer vuelo comercial de demostración, un Airbus 320 que partió del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México al de Tuxtla Gutiérrez y cuyos pasajeros de honor fueron empresarios del sector y altos funcionarios del estado, entre los cuales se encontraba el gobernador Juan Sabines Guerrero.
Las noticias se centraron en destacar el importante papel que cumple el estado de Chiapas en la generación de energías “amigables con el medio ambiente”. Entonces, del amplio abanico de científicos, investigadores y organizaciones civiles que trabajan día a día proyectos medioambientales con diferentes comunidades del estado, llama la atención el sesgo que el periódico La Jornada da a esta información eligiendo entrevistar a la directora ejecutiva del “reconocido organismo Conservación Internacional”
Lo que no se menciona en esta nota (ni en ninguna de las notas relacionadas que se publicaron en este periódico), es que Conservación Internacional es una de las tantas organizaciones medioambientales funcionales a los intereses de las grandes corporaciones transnacionales que con su financiamiento logran encubrir y legitimar sus intereses económicos a través del discurso de organizaciones de la sociedad civil, cuando en realidad, en este caso, representan a la empresa minera Barrick Gold, las petroleras British Petroleum y Shell, la cementera CEMEX, industrias tecnológicas como Dell, Hewlett-Packard y Sony e industrias alimenticias como Coca-Cola, Kraft Foods Inc., McDonald’s, Monsanto o el mismo Walmart, sólo por ejemplificar con algunas de ellas.
El séptimo rubro de los Objetivos del Milenio propuestos por la ONU a los que el entusiasta gobierno estatal adhirió el año pasado, se refiere a la sustentabilidad del medio ambiente y ha dado cabida a proyectos de pago por servicios ambientales por los que las comunidades que supuestamente serían beneficiadas ya están pagando las consecuencias a menos de un año de su implementación.
Otro de los entrevistados es el mismo presidente de Interjet, Miguel Alemán Velasco, quien comentó que con los biocombustibles se reactiva la economía regional además de combatirse el desempleo y la pobreza.
Selva Lacandona. Contraste devastador.
¿No les suena conocida la frase de otros proyectos estatales vanguardistas como el cultivo de palma africana, las ciudades rurales sustentables y los bonos de carbono en la selva Lacandona? Todas generarían empleo, aumentarían el desarrollo de las comunidades locales y mejorarían la calidad de vida de los campesinos que históricamente han cuidado de esos territorios.
El primer proyecto para biocombustibles en la región fue con el cultivo de palma africana (ver documental Desiertos de Aceite) el cual llegó a México auspiciado por grandes compañías agroindustriales como Unilever, Procter & Gamble, Henkel, Cognis y Cargill. Poco tiempo después sufrimos en carne propia que tras su siembra, pasarán recién 7 años antes que comience a dar ganancias. Durante el corto período productivo que posee, los campesinos se ven obligados a transportar su producción (absorbiendo el coste) hasta las fábricas que pertenecen a las mismas empresas que les venden las semillas y compran la producción al precio que también ellos mismos estipulan. Al cabo de 25 años, la palma africana deja de producir dejando un terreno empobrecido. Todo esto sin que el gobierno que lo promovió medie en favor de “su” población. Los beneficios son, una vez más, para los grandes empresarios.
Las políticas cómplices que nuestro gobierno de Chiapas viene implementando con mayor profundidad desde los noventa solo responden a intereses económicos extranjeros y son funcionales al actual sistema capitalista depredador. Así se ha logrado profundizar el deterioro de la calidad de vida de los pobladores gracias a la promoción de grandes extensiones de monocultivo, los desplazamientos forzados y la falta o falsas políticas consultivas a las personas directamente afectadas. Eso sin contar con que todo el resto de la población también sufrimos las consecuencias de la escases de agua, la muerte de ecosistemas y bosques y las cada vez más crecientes privatizaciones de los elementos básicos de supervivencia. Ya no podemos decir que al menos respiramos porque el aire es gratis. Bienvenidas sean pues, las buenas nuevas.
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