Valeria y las sombras.

Karen -Comunicación Intercultural

Respiraba torpemente en su lecho enfermizo, sus estertores eran ásperos, entrecortados por las convulsiones de los tosidos que parecían querer arrancarle los pulmones que por años habían soportado el humo de los cigarros, pequeños invasores que oscurecían con tinieblas a los órganos encargados de absorber el aire que nutre nuestra existencia.
Ella seguía recostada en la cama individual completamente desordenada, con los cobertores casi tocando el suelo, resbalándose como si fueran las enredaderas de un árbol tratando de sembrar raíces.
En su pequeño cuarto que de día era un poco azulado debido a los rayos que atravesaban la transparente- flexible puerta azul, Valeria cavilaba, nadaba entre pensamientos y espasmos de dolor físico. Pensaba en la muerte mientras la luz del día se iba ocultando. Su habitación comenzaba a oscurecer lentamente reservándole oscuridad total. Ella decía que el silencio, acompañado de la negrura del vacío hacia ver las cosas más grandes. Entonces recordó que cuando niña, la encerraban en la sala y los muebles proyectaban sombras enormes que parecían tener manos lúgubres, eran seres a formes cuya única meta era devorarla, comerla, tragarla, pensaba que iba a desaparecer en la boca abismal de las sombras. Ahora así veía su habitación.
Estando sola, con ojeras profundas, dilatadas en color morado, sudando por la fiebre y con dolor en el vientre, Valeria repasaba su vida, después de tantas aventuras callejeras acompañada de vino y cigarros, después de bailar bajo la lluvia pisando charcos como si fueran un gigante dividiendo mares, después de profanar una vida así, tan acelerada, ahora se encontraba aquí, tratando de aliviar el dolor, gimiendo por no encontrar refugio.
La enfermedad ya estaba dentro de ella, no había manera de esconderse “no se puede uno esconder de los males buscados a causa propia, ¡no se puede uno esconder!” repetía constantemente bajo la oscuridad reinante de su cuarto.

Esta noche las sombras llegarán a inhalarla, aspirarán la esencia que Valeria repartió por las calles: su vida.